Conversaciones con la ventana


El árbol ha amanecido despelujado. Apenas quedan las hojas resistentes, las imprescindibles, las que marcan la diferencia entre lo caduco y lo perenne.

Yo quiero a mi nuevo árbol, especialmente porque sus ramas empiezan a parecerse a las raíces de un puerro: sin embargo, siguen desafiando al cielo.

Arrecia el viento y acaricio con mi mano tibia su silueta deshilachada. Quien dijo frágil, se equivoca. Mi árbol conquista días, horas. Todavía no sé su nombre, es cuestión de aprender a escucharle.


Hoy despierta despelujado, soberbio de cara al zumbido del invierno. Te llamarás: Pelujo.


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