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Mostrando entradas de marzo, 2015

Hoy ya es casi mañana

En el día de mañana escribir desde las branquias será fácil. Beber del barro, comer el jugo del plástico será fácil. En el día de mañana lo difícil será que la luz nazca de los almendros en flor que los niños jueguen juntos en la calle que los libros se lean con calma que no sean pasta de papel será difícil, muy difícil. En el día de mañana la incertidumbre estará garantizada la pobreza será una taza de café vacía cada mañana. Un plato de cocido sin garbanzos, unas lentejas sin olla, solo piedras. Y muchas bocas, tantas bocas cada mañana. Vendrán  los mosquitos, las cucarachas, la medicina seguirá portando dolor. Vendrán días de lágrimas sin abrazos el calor será un recuerdo. Anoche el candil me mostró el mundo hoy solo queda romper la cuerda para que el sinsentido muera desolado en el día de mañana.

Nunca cantan las hormigas dentro o fuera del hormiguero

Esas malditas hormigas negras decididas a saquear la marmita. Estas malditas hormigas que sin pausa fagocitan el sol y esconden sus tesoros en hilera. Estas diminutas malditas hormigas tan negras, tan hacendosas, tan ora et labora, tan monotemáticas, tan ahorradoras para el robo sistemático de migajas y botines. Tan hormigas. Duermen de noche y patita a patita caminan a por su comidita y patita a patita se llevan todo a su casita. Tan malditas. Algún día las cigarras demostrarán que todo ha sido mala prensa.

En el día del padre, y del espíritu santo

Yo no sé lo que es tener un padre de 60 años. Pero sí he sido afortunada y he sufrido junto a él cuando cumplió los 33. Una gitana le dijo que moriría joven y su tormento era mi angustia infantil: a los 33 murió Jesucristo, ¿seré yo igual que él? glups!! Cuántas noches rezando para que no se muriera. Es probable que mis lágrimas le sostuvieran alegre y feliz hasta los 52, gracias a no sé qué circuito invisible por el cual los hijos redimimos a nuestros padres y madres. Fue un hombre muy querido por todos, tanto que cuando llegamos al cementerio pensé que había una inoportuna y extraña manifestación en la puerta, tanto que hubo que pedir un coche extra para que le pudieran llevar todas las flores, tanto que mi abuela, su madre, Doña Max, decidió ir tras él. Su eternidad perdura por encima y por delante de los 15 años que llevamos de su ausencia. Tenía carisma mi viejo, aunque se fue joven. Tenía un don especial, transformaba la tristeza en una broma surrealista y disparatada,

Writing in a fridge

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Entré en la nevera buscando un poco de leche y me quedé a vivir. Hace frío entre las acelgas y ese adentro que soy yo misma. En la bandeja de arriba se me queda seca la garganta. Miro los huevos caducados en lo alto de la puerta no estoy segura en este frigorífico siempre hace tanto frío. Mis versos estalactita congelan el latido y el horizonte, ¿cuál es el horizonte dentro del cajón de las verduras? Aquí no hay piedras para medir el peso de la duda y la fuerza inexacta de la gravedad de un poema. Tal vez haga frío, aquí adentro dentro de mis costillas, junto a la fiambrera del queso en lonchas sin lactosa. El brócoli de mi coño amarillea en marzo  como una mimosa. Y la duda es luz ¿Quién abrirá la puerta? Callad al motor nevera que me dicta ad infinitum que habito en el país equivocado. Marzo, 2015. Imagen Antonio López. 1966. Nevera de hielo.