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Mostrando entradas de diciembre, 2013

Navidad 2013

                                                   A quienes tiñen la injusticia con la palabra solidaridad En un portal de Madrid, digamos en Lavapiés, por qué no decir Argumosa, lo que fue antes el mar en una gran ciudad. El castillo descuartizado y  tú me ofreces una brizna de hierba. Sonrío por no verbalizar hasta dónde cubre la mierda. ¿Cómo acomodarse al hábitat del afuera, al borde del viento, la cara abrupta de la roca? Cómo salvar el invierno le pregunto a la cigarra. El castillo descuartizado. Y tú, me ofreces una brizna de hierba. Salar el temporal  porque los niños creen en los Reyes Magos. Sin embargo, ando sin casa, como caracol sin concha, y este jugo frío no lame la herida. De lo que fue, tan solo queda el quicio de la puerta. Golpes de viento, ecos, la pleamar a contratiempo. Vencida a la intemperie.  Incrédula miro la sombra de esa brizna de heno. Este largo viaje hacia la noche no se puede calmar con tu sucia y escasa caridad. Una

Mantra para quienes se piensan perdidos

Bienaventurados los outsiders, que apuestan por la belleza aún con los bolsillos vacíos y el corazón a la intemperie. Bienaventurados los trabajadores que luchan frente a las ratas y ganan la batalla. Bienaventuradas las batallas que ganan los pobres, los débiles, las mujeres y la música. Bienaventurados los pies que deciden emprender la marcha, que tras un leve descanso y sin pausa, prosiguen el camino. Bendita la zancada que nos permite pisar la línea de meta con el merecido sudor y la estrella del cielo. Bendita la sonrisa del que flaquea y resiste: repose la luz sobre quienes permanecen fieles a la ética Kantiana. Bienaventurado el detalle que nos permite vislumbrar el bosque, el horizonte, el humo, la alarma. Bienaventurada la poesía, sencilla, que hiere y nos roba la luz. El pálpito que bordea lo perdido para devolvernos la llama. Bienaventurados los lectores que nos regalan lecturas inesperadas, atravesando la intención de quien escribe.

La quietud a nado

Tanta quietud me asombra (Pelayo Martín dixit)   Nadar de espaldas frente a la realidad y mirar al techo: observar flotando cómo va y viene lo que nos atabala; discurrir por idéntico pasillo; un largo, otro más; brazada a brazada. Nadar por debajo del agua para no oír lo que nos dicen. Las avestruces, si pudieran, bucearían. Mientras inspirar, espirar, gorjear dentro del agua con la ilusión de alcanzar de nuevo la oril la y sumar metros. Kilómetros a nado, deseamos no pensar. Nadar de espaldas con elegancia y frente a la adversidad. Batir el agua por no partir ninguna cara, por no vaciar ningún bolsillo repleto. El movimiento como cloaca que se traga la ira, alcantarilla de injusticias, en espiral y hacia abajo, cae el barro, tanto chapapote vertido. Nadar necesariamente en agua clorada para olvidarnos del cieno, de lo tenebroso y la incertidumbre. Nadar para adelante para no llegar a ningún lado fuera del mapa. Nadar por nadar, nadar por olvidar, para calmar el