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Mostrando entradas de enero, 2015

Antonio Gamoneda

Ha venido tu lengua; está en mi boca como una fruta en la melancolía. Ten piedad en mi boca: liba, lame, amor mío, la sombra. 

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Lengua de cerdo Lenguas viperinas Lengua do inferno. Dicen las malas lenguas que el mercado lo regulariza todo. Mentira. Lengua de cerdo Lenguas viperinas Lengua do inferno. Dicen los deslenguados que la tele es una mierda. Verdade. Sin pelos en la lengua digo  que estos dirigentes tragan caviar beluga como cerdos. Ascazo. Con lenguitas bífidas  nos recorren húmedos  el bolsillo y la factura de la luz. Ladrones. Lengua de cerdo Lenguas viperinas Lengua do inferno. Pero no. Que no nos toquen  el corazón, la salud. Pero no. Que no nos toquen el intelecto, la educación.  Pero no. Que no nos abrasen el talento, la cultura.  Pero no. Que no nos repriman en la calle, en los centros autogestionados, la libertad. Je ne sui pas Charlie Hebo y merezco un país que me proteja, y me dignifique no que nos aplaste. Por el momento, hoy comemos lengua de cerdo Lenguas viperinas Lengua do inferno.  Usted elija.

Bailaora

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Atornillen a esta mujer a la tierra, atorníllenla. Atorníllenla, que ya no sabe  ni donde se encuentra su propio pico de pájaro salvaje. Atorníllenla.  Atornillar las plumas para desvanecer el falso vuelo. Los tornillos caídos de su corazón deshecho. Atornillen y engrasen a ese cuerpo que ya no sabe cómo giran sus crestas ilíacas. Dar aceite, engrasar con aceituna al espejo doble para que se vea. Se mire y vea. Atornillen sus rodillas para que acepte lo inaudito Atornillen sus pies para sostener tanto desequilibrio. Devolver las arandelas robadas a esta mujer sin destornillador, pero con martillo.  No pasarse de rosca. Aunque no lo parezca, aunque la descomposición del alma dicte  la llegada del abismo irreversible esta mujer, en esta cama deshecha,  entre estas paredes del desahucio, en este barrio que se olvidó de su gen obrero en esta ciudad policiaca  en este centro descentrado y capital en esta injusticia sin cerebro  esta muj

Miedo ancestral

El pequeño animalito que duerme a mi lado  no respira,  no se le siente. Sufro al lado de su espalda toco su lomo y sin saber cómo, rezo. En un instante mortal y eterno busco sin encontrar un santo, una diosa que me devuelva su nariz de hollín su pulmón de alquitrán. Ajusto mi mano sobre su pecho peludo, de jabalí doméstico,  friolento. Toco su pezón izquierdo,  de margaritas pulso el interruptor deseando ese ruido carbonatado de exfumador arrepentido. Pulso 1,2,3 1,2,3, aprieto su cuerpo contra el mío para dar calor a este corato salvaje de sangre turbia y sonrisa cereza. Te despiertas y me preguntas por no sé qué ruido mi sonrisa masculla un no sé mientras doy gracias a la vida por traerte de nuevo.