Las barrenderas de nieve
Os veo subir cuando el cielo blanquea azules. Empujando las madres corajes suben por las cuestas de Hortaleza, hace frío y pese a clarear, decido encender la luz de la habitación. Dos horas más tarde salgo a coger el coche y ellas, pala en mano y botas de plástico en los pies, levantan quintales de nieves sucias, lágrimas negras que pesan como hijos sin padre. Os veo acicalar las calles, borrando rastros caninos, presiento cuando volteais los bloques de nieve vuestros músculos escondidos tras la ropa impermeable y fosforescente. Sonrisas apretadas frente al frío, llueve.
Ahí estáis, barrenderas de nieves con trajes de hombres refregando la calle para que no temblemos por miedo a caernos, para que no nos deslicemos en aterrizajes doloridos. Montañas de nieve gris resbalan por vuestras palas para aterir las raíces de árboles desnudos de ramas, tan poca tierra queda en esta gran ciudad.
Ahí estáis, barrenderas de nieves con trajes de hombres refregando la calle para que no temblemos por miedo a caernos, para que no nos deslicemos en aterrizajes doloridos. Montañas de nieve gris resbalan por vuestras palas para aterir las raíces de árboles desnudos de ramas, tan poca tierra queda en esta gran ciudad.
Observo cómo caminais de vuelta reteniendo carros, bajando cuestas, desafío a la gravedad y, matiz sobre las diferencias de género.
El camino de vuelta está bien limpio. Gracias por levantarme el alma con el lucero de la mañana: subiendo cuestas, tirando del carro. Desde la pendiente de asfalto rozáis el cielo.
El camino de vuelta está bien limpio. Gracias por levantarme el alma con el lucero de la mañana: subiendo cuestas, tirando del carro. Desde la pendiente de asfalto rozáis el cielo.
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