Las cenizas de Max, mi abuela
Por las noches mirábamos el fuego, mi abuela y yo. Nos fascinaba la danza de las llamas. Para mí el mayor regalo era bucear en la chimenea oscura, y alcanzar el brillo de las estrellas en lo alto, que sin duda, me miraban a mí, dispuestas a proteger nuestros sueños para el futuro. Mi abuela no me dejaba acercarme tanto al fuego como yo quisiera, obstinada en alcanzar la complicidad con las estrellas. Así que después de horas de dar la espalda a la televisión y seguir el vals de los sarmientos crepitantes, pesarosa me iba a dormir, no sin que antes me hiciera una trenza y jugásemos al calor entre las mantas, junto con mi hermano; todos en la misma cama grande de sábanas húmedas bajo una noche estrellada, sin nubes y con los silbidos del viento que azotaban a las persianas.
A la mañana siguiente, limpiábamos juntos la chimenea y echábamos las cenizas en un cubo de zinc, entre mi hermano y yo sacábamos el cubo al porche para que mientras desayunábamos se fueran enfriando las ascuas de la noche anterior. Ya con la cara lavada, sin rastro de pavesas, con la bufanda y las botas de goma puestas, salíamos al huerto de detrás de la casa y devolvíamos los sueños y los recuerdos entreverados con nuestros cuidados y la escarcha de la mañana. Todo para favorecer el ciclo de la vida, y continuar la rutina de los días. En breve, había que preparar una lumbre nueva para cocinar el potaje con puchero.
Y así, con este ritual de la mañana, repartíamos todos los pedazos de corazoncitos infantiles magullados por los juegos en la calle, las proyecciones de futuro fantásticas, y los rescoldos del calor protector del corazón de nuestra abuela, todos juntos para que reposaran bajo la tierra en diciembre, el mes del frío y la navidad. Después del largo invierno resurgirían los campos y la siembra con colores intensos y renovados en el mes de las flores. Todo gracias a las cenizas que protegen a los surcos de los bichiños perversos que lo devoran todo, decía mi abuela. Los recuerdos hay que devolverlos a la tierra para que sigan su curso y no se nos queden pegados al cuerpo, recordad, mis niños; los lamentos en casa enferman a las personas que la habitan.
Max si que sabía, éste es uno de los grandes legados de una mujer sabia que, aunque leía poco y escribía prestando toda la atención del mundo a su lista de la compra, poco nos habló de lo que aprendió en la escuela del crucifijo. Sin embargo, nos abrió las puertas a la fantasía, al amor incondicional, la escucha a la madre tierra y la alegría de estar vivos.
Echando para atrás las manecillas del tiempo, y volviendo a mirar el fuego, observo que Max conocía de primera mano, los misterios de la naturaleza, mil gracias sabia Max. Ahora en las ciudades ya no hay cubos de zinc, y las últimas higueras están siendo desterradas. Sin embargo, cada mes de diciembre, vuelvo al campo a depositar los recuerdos y los sueños, rosas rojas sobre tus cenizas, para que el ciclo de la vida continúe.
"Los lamentos en casa enferman a las personas que la habitan"
ResponderEliminarHay que ver la tradición popular qué verdades nos presenta. En épocas difíciles como esta el lamento constante hace mucho daño. Y no sólo me refiero a la casa sino también a la empresa, y a la sociedad en general. Estoy totalmente de acuerdo con Max. Yo desconocía este dicho pero no lo olvidaré.
Un saludo
Javier
precioso cuento...
ResponderEliminarcuanta sabiduría en una mujer sencilla enraizada.
todo un oficio el recuperar y lustrar lo valioso que se nos entregó entre ascuas, caricias infantiles y dichos populares.
muchas gracias por el cuento
cris
se siente muy rico estar con doña Max
ResponderEliminarLovely story. Hope the look of your grandma, spreading love and tenderness over the skies, will convert the ashes on brighting and joyful stars to put some light on our hearts.
ResponderEliminarRobin of Greens.
She is doing so right now. Doña Max Estrella está feliz de compartir sus rojas rojas on her heavengarden and in our urbangarten too. Ella desde lo más alto sonrie y llora con todos aquellos y aquellas que se han emocionado leyendo esta entrada. I´m one hundred per cent sure about that.
ResponderEliminar;il gracias a todos por vuestros bellos comentarios.
N
Pues sí, muy bonito el cuento, gracias.Y muy sabias las palabras de Max. Me gusta eso de “Los recuerdos hay que devolverlos a la tierra para que sigan su curso y no se nos queden pegados al cuerpo ; los lamentos en casa enferman a las personas que la habitan.”
ResponderEliminarAunque… algún ascua rebelde podría decir que:
El fuego tiene a veces un comportamiento misterioso. Puede ocurrir que no veamos las llamas y pensemos que no está, cuando en el fondo está allí oculto tras las brasas, ardiendo toda la noche. Y a la mañana siguiente, mucho cuidadito con devolver al huerto las cenizas que contengan alguna pavesa, que luego nos toca apagar el incendio que puedan provocar.
Porque, igual que los recuerdos están mejor fuera de casa, al fuego le gusta arder al calor de un hogar.
Y esa ascua rebelde se pondría también a cantar la siguiente canción:
Y Tú, ¿Qué Has Hecho?
Al calor de una hoguera una niña
puso sus sueños llenos de ilusión
y el fuego conmovido al ver sus ojos
a la niña una luz dejó entrever.
yo soy el ascua conmovida y triste
tu eres la niña que un día me encendió.
yo guardo siempre el calor que me diste
y tú ¿qué has hecho de esas brasas hoy?
Adaptación de la canción “y tú ¿qué has hecho?” de Eusebio Delfín
To some fugitive soul
By la pavesa de chus (que no chus, ni la pava de chus:-)
y...cada loco con su tema
Gracias por el cuento!! Lulu y yo lo leeremos junto a la brisa de este caliente diciembre en el Río de la Plata.
ResponderEliminarCreo que se hará bolas con eso de "diciembre, el mes del frío y la navidad" pero se lo explico rápido con eso de que ustedes están patas para arriba.
Un beso inmenso!! Feliz Navidad!!!
"Patricia Gainza" ,
Menuda mamá Mafalda que tiene Lulu, beijones gigantes pra voçés desde los gélidos Madriles.
ResponderEliminarY para fríos te recomiendo leer, este otro relato breve
http://nelkenrot.blogspot.com/2009/12/no-habia-ningun-radiador-en-la-casa.html
Muitos beijos linda
NR
Qué bonito relato, gracias por compartirlo
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