Los cerezos vuelven a vestirse de novias

Ha pasado un gran barbecho desde que escribí mi primer texto. Afortunadamente, ya sé poner acentos y las eñes desde mi Mackie, con todo se me dan mejor las plantas que los ordenadores.
Las pantallas blancas, tan monas ellas, detectan la adrenalina, porque dejan de funcionar, pero no tengo tan claro que perciban los afectos: llantos, ansiedades, suspiros, lamentos y sonrisas.

Son capaces de podar ilusiones, quieres comunicarte con una gran amiga que vive en Portugal, mostrar tus conocimientos adquiridos en portugués, y zas! no se conecta. sin embargo, lo que quería compartir son los millones de estornudos con los que todos festejamos la llegada en batallón de las flores, todos los árboles redoblan colores, cantan en las mañanas y refrescan en las noches. Aún teniendo que dar saltos por un asfalto que no termina de allanarse, las aceras en Bravo Murillo son un auténtico anticlimax, pues bueno, miramos a los árboles y disfrutamos de otras vibraciones, todas juntas a la vez. Los zapatos del invierno pisan la arena mojada que dejaron los constructores a medio hacer, y la cara siente los rayos de sol y los colores de las flores.

Esta noche las copas de los cerezos han vigilado mis sueños, me han cubierto de blanco aún cuando la luna estaba lejos.

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