Miedo ancestral


El pequeño animalito que duerme a mi lado 
no respira, 
no se le siente.
Sufro al lado de su espalda
toco su lomo
y sin saber cómo, rezo.
En un instante mortal y eterno
busco sin encontrar un santo, una diosa
que me devuelva su nariz de hollín
su pulmón de alquitrán.

Ajusto mi mano sobre su pecho
peludo, de jabalí doméstico, 
friolento.
Toco su pezón izquierdo, 
de margaritas
pulso el interruptor
deseando ese ruido carbonatado
de exfumador arrepentido.

Pulso 1,2,3
1,2,3,
aprieto su cuerpo contra el mío
para dar calor a este corato salvaje
de sangre turbia y sonrisa cereza.

Te despiertas y me preguntas por no sé qué ruido
mi sonrisa masculla un no sé

mientras doy gracias a la vida por traerte de nuevo.

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