No había ningún reloj en la casa


No había ningún reloj en la casa. Él no era nada constante, pintaba media pared, hacía la comida y leía entremedias el periódico que andaba por el suelo. Su vida era bastante incómoda. Abrió la nevera y se le cayó un huevo, la yema naranja lejos de reconciliar su desorden habitual le trastocó un fusible. Se había haaartado de llegar tarde, de no encontrar nunca el ticket del parking, de no justificar siquiera sus múltiples pequeños desastres. Se haaartó de no ser, sino de estar perdiéndose a sí mísmo constantemente. Desde aquel momento, no empezaría una tarea sin haber terminado la anterior. Se compró un reloj de cuco y le tapó la boca. Y todo por un huevo, pensó.

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