La auténtica confitura de pimientos se hace en casa



Esta mañana toda la casa huele a milagro, las ventanas abiertas y alguien decidió asar pimientos rojos. Hoy siento más cerca a mi abuela, el afecto que nutre está en el aire. Somos puro éter. El olor a milagro, el amor incondicional sin distancia, sin tiempo, reunidos en una pequeña nube esponjosa y tierna que entró por la ventana hasta llegar a mi nariz. Del salón a la cocina te oigo decir una vez más: más bonita nolahay. 

Entre presupuesto y corrección, tiendo la ropa y te digo: mi querida Max, gracias por estar dentro de mí. Ahora entiendo aquello que decías y que a mí, como niña que era, me daba asco y repelús: eres sangre de mi sangre.

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