Callar hasta que el silencio nos separe
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Callar
hasta que el silencio nos separe. No abrir la boca. Callar la muerte. Callar el
dolor. Callar el insomnio. Callar en las iglesias y en los juzgados. Callar por
respeto y de morado.
Cerrar
los grifos, atar y bien atar los gestos de la cara. Callar. Encerrar el alma en
una habitación oscura, cerrar la puerta. Dejar que la humedad, el musgo habite lo no dicho. Comer las palabras una a una,
deambular por el intestino lleno de silencios. Callar la caída, callar cayendo.
Asistir
a los juicios callando. Festejar las bodas de otros, callando. Atravesar
Europa, América Latina harta de callar, callando.
Callar
a los niños, a los manifestantes, al
suicida que cae, al banco que se corrompe, mandando y los demás sin rechistar.
Callar
de dolor, por juego, por poder callar. Callar con mantilla, sin escribir,
borrar las entradas. Callar fingiendo hablar, callar frente a un espejo, callar
llorando y de memoria. ¡Callar toda la noche en blanco y todas las llegadas al
infierno! Amar callando.
Está visto que ni callada escribes mal. Tus silencios serían tan bellos que nos dejarían mudos al resto. Chica, tú es que vales mucho, supongo que ya te lo habrán dicho...
ResponderEliminarTu incondicional,
Nená
Querida Nená, muchas gracias por tus comentarios y por estar cerca leyendo. Cuando vuelva a hacer Hilando el Hilo, te avisaré. Es la historia de la espera de Penélope, una sucesión de silencios repleta de poemas y canciones.
ResponderEliminarun abrazo grande
V
Vera, me llevaste hasta Girondo, incluso lo leí con acento porteño. Y callando, lo disfruto.
EliminarUn abrazo
Sí, es un ejercicio que preparé para mis alumnos de escritura creativa. Y la verdad, ya no sé quien es el autor de este texto y de los que han generado mis alumnos. Girondo es tan magistral que crea matrices de textos que se expanden hasta el infinito.
ResponderEliminarUn abrazo grande