El universo en mi bolsillo
Apuntalar el propio idioma
desescombrar el ruido.
Tallar el hueso de un poema
emplastecer las grietas,
drenar la humedad.
Tensar el bastidor, la urdimbre.
Colorear.
Los árboles, las ventanas.
La tierra, la pisada.
El corazón por zurcir.
La luz,
no te olvides de la luz natural.
Los silencios de terciopelo blanco.
Los besos, llenos de polvo.
No te descuides:
desempolvar el latido
y las lagartijas.
La palabra imprecisa, sin esculpir.
El alimento, las criaturas que nacen.
La herida,
respirar la herida.
La vida como partida de ajedrez.
Y el miedo, ¿cómo hacer pequeño al miedo?
Los insomnios y el amor ciego,
que no se puede tocar.
El peso,
la resistencia
de una puerta cerrada.
El crepitar de la luz de una vela,
que oscila, constante.
Decir labio de arena y nunca orilla.
Escribir menos, decir mucho.
La belleza.
El brazo y la palabra que se levantan
ante la desigualdad.
Este idioma tampoco mío
y para tan pocos.
Avanzar por el túnel
de caverna y agua para
encontrar
la voz
que no conoce olvido.
Una delicia.
ResponderEliminarNená
Fantástico, Vera.
ResponderEliminar