Caperucita frente al fuego
Recoja todas sus balas, no necesitamos defensa.
Doble, pliegue a pliegue, su orgullo herido.
Cambie las sábanas de sus noches sin estrellas y
entréguese a la pasión del amor en su casa,
le dijo desnuda y con las botas puestas.
El cazador anduvo hacia atrás y cerró la puerta.
Ellos, sin embargo, continuaron frente a la chimenea
observando el devenir del fuego.
Feroz, me gusta verte tan atento a lo importante.
Y dando tumbos de sueño recorrieron, una vez más,
los pasillos del amor.
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