Quince años después, la niña bonita

Me encantaría que mi padre muerto me despertara en un youtube, que me contara qué tal se vive sin ropa, sin hambre, sin desempleo, sin stress; que me contara cómo es la sociedad igualitaria de los ya fallecidos; que me dijera qué echa de menos y cuáles son sus nuevos gozos.

Me encantaría que mi padre muerto me despertara en un youtube y me diera instrucciones para arreglar los pinchazos de la vida (esta vez prometo prestar atención o darle más veces al play). Ya aprendí, padre, que no vivimos toda la vida, que ya no podré ver a Javier Krahe en el Clamores, que la vida sigue y nunca sabemos cuándo y quiénes nos quedaremos fuera.

Que en un vimeo mi padre me volviera a enseñar a defenderme sola: de las navajas de la calle, de los cuchillos silenciosos del trabajo, a defenderme de las palabras ácidas, las miradas corrosivas y los abandonos.

Un padre muerto en el ipad del sueño, galopando padre, sobre la yegua de la vida, un muerto que me hable en tutoriales del youtube del gen prehistórico del que yo procedo, para reconocer los errores familiares y los aciertos.
Finales de octubre, 2015

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