El secreto de la luna grande
La señora Brígida tenía una verruga en la cara, por ahí le entraban y le salían los muertos. A su marido le mataron después de la guerra, cuando volvía a su pueblo a ver a los suyos porque decía, pensaba, que él no había hecho nada malo. Dicen que fue por donde las eras, pero no fue ningún Valdeverdejo, sino de Torrico, de la raíz misma de su pueblo. Le trincharon con un tridente afilado de madera, y no separaron el trigo de la paja, sino que le entraron por las vísceras y la punta del tenedor gigante vio el sol a través de su costado. Un hilillo, que se encauzó en reguero de sangre, quedó tras sus pasos cuando alcanzó a su padre y dijo: me han reventao por dentro, padre. La señora Brígida cosía y cosía: lagartera, mi niña, lagartera. Con manos de plata y ojos de florerero cosía de memoria, siguiendo al tacto las hebras y la tela. Sus dedos de hilandera todo lo sabían. Finas puntadas certeras sobre la tela y no sobre el cuerpo, para unir ausencias, para crear b...