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Mostrando entradas de abril, 2014

La botella y el diván

Me comunicaron que el siguiente paciente ya estaba en la sala, le dije al recepcionista que le pasara mientras yo iba al baño. Cuando llegué estaba ella sola sobre el diván, tenía un aspecto verde oscuro que me hizo frotarme los ojos, consulté con mi agenda y no conseguía leer bien lo que estaba allí escrito, sólo descifré con claridad Griñón, recordé que es una zona de vinos de la región con cierto prestigio y saqué toda la profesionalidad de la que dispongo y procedí con el cuestionario de rutina por ver si conseguía dar sentido a mi dolor de cabeza. Y dígame, ¿cuál es la razón por la que ha venido a consulta? -no sin antes olisquear por detrás de las cortinas por si alguien me estaba gastando una broma pesada-. No había rastro de cámaras ocultas ni grabadoras, tampoco vi a nadie, solo estaba ella, verde oscuro, con una etiqueta que decía Griñón, reserva de 2007. ¿Sería algún regalo de alguna paciente agradecida? -me preguntaba. - Ya ...

¿Qué sabe el alma?

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No. No puedo. Aprieto la boca, aunque me pese, y me digo: no. No puedo. Me agarras los brazos y lloras, quieres que deponga las armas. Con tus manos apretadas y el poder de tus lágrimas me dices: sé humano, rasga tu uniforme y mírame a los ojos. Mírame más de cerca, busca el empuje del amor, sin armas. Si te atreves a mirar en el fondo de mis ojos  descubrirás al cíclope, y escucharás su secreto: "que tu lucha sea mi lucha: un mundo justo para todos, lleno de peces y flores, lleno de vida y aire nuevo. Que mi riqueza sea tu riqueza, que el amor gane a la guerra. Sí, podemos". Mira al cíclope, acércate y mírame,  aliméntate de la certeza de mi mirada, de su legado. Sí puedes, juntos podemos, desármate. Aunque quiero, ya no puedo - me programaron bien,  enraicé mi vida en la agresión legal, incluso en la muerte, cuando la pensamos necesaria-. Vete, no te haré daño, mirando a tus ojos no quiero herirte, aunque tenga el derecho. No insistas. Bajo este casco, me qu...