La piscina vacía



LOS TRESCIENTOS ESCALONES
[...]
No ver, no estando ciegos, es hundirse en el tiempo.
[...]

Papá, perdimos tantas cosas
además de la infancia y los trescientos escalones que tú pintaste
nunca he sabido si para decirnos que había que subirlos o bajarlos.
Ahora pienso, desde tu mano que me ayudaba a recorrerlos,
que tal vez me dijiste entonces
que había que subirlos y bajarlos
y para eso los pintaste
y para eso pasaste días enteros
pintando una escalera interminable,
una hermosa escalera rodeada de árboles y árboles,
llena de luz y amor,
una escalera para mí,
una escalera para que pudiera subir,
vivir,
y una escalera para que pudiera bajar,
callar,
y sentarme a tu lado como entonces.

Paca Aguirre, poeta republicana.
(Nacida en Alicante en 1930)
www.minakotasaki.com
artista visual japonesa

Nosotros no pintamos 300 escalones, tan sólo dos, los pintamos de blanco, primero tú, y años después, yo.

Esos escalones de la piscina más que acercarnos al agua nos llevaban a las estrellas, a las noches cálidas del verano en Rivas, al cielo despejado y sin farolas.

Sobre la chapa fría, sobre la piedra rugosa, nos estirábamos para sentir el viento fresco en las noches más amables del estío. En este pedazo de tierra continental sin mar, nos reclinábamos para escuchar cómo se cantaban nanas los pinos, el lauro, nuestra palmera. Descifrar destinos bajo los botones de estrellas de la osa mayor. Nunca supimos leer el porvenir, tal vez, no quisimos leer. El aquí y el ahora eran las vocales de nuestra lectura nocturna, todo era bello, sencillo.

Estábamos juntos bajo una bóveda de estrellas conocidas, que repasábamos una y otra vez cada año, cada noche cuando los grillos nos nombraban la llegada de la estación apacible. Época de lluvia de astros a la fuga y racimos de linternas que eran fieles a sí mismas y a su configuración celeste. Todas: estables y fugaces, juntas y distanciadas nos ofrecían el mejor espectáculo del mundo.

Un pájaro burlón se acercaba a la piscina a beber agua, tan libre como el azar en estado puro. El capricho y la fortuna de nacer con alas. Nos mirábamos en ese deseo compartido de volar: atrapar nubes para recostarnos en ellas, saltar estrellas para cruzar lagos, llegar a la orilla del sueño impregnados de sabor a algodón cielo. Volar, y mientras, al mismo tiempo, sentir la hierba mojada con aspersor bajo nuestros pies descalzos, libres.
Oigo sobresaltada el disparo producido por un pizzicato de violín. Me despierto por las mañanas y vuelve, como una ola que se repite, la misma pregunta: ¿Cuál es el momento dónde se comba la vida?

Todavía hay luz, ahora podría pintar de nuevo, no esos 300 escalones de postguerra que le pintó a Paca Aguirre su padre para que descifrara que en la vida se puede subir y también hay que bajar, que se puede una dedicar al descanso breve, y a la subida fatigosa, a la bajada a los infiernos, y al rincón compartido. En esta tarde de lluvia fina podría pintar esos 2 pequeños rellanos intentando decirle a las nubes que traigan pronto el buen tiempo. Han pasado 11 años y sigo sintiendo la chapa fría, carcomida, la piscina vacía, la lona cubierta. Tendrán que venir otros a pintar de nuevo, a llenar de agua lo que ahora tan sólo es un hoyo desierto.

¿Cómo preguntar a las estrellas que me cuenten el final de mi cuento? ¿Cómo colocar tu luz, tu paz, tus vuelos con una pintura blanca, nueva? ¿tal vez ya sea el momento de reformular el viento? Si Chile y Japón pueden, yo también retornaré al instante sencillo, bello, y tú me observarás desde la estrella del Norte.

A mi padre,
su ausencia, a veces,
arrasa como un Tsunami.


Imágenes de google maps, antes y después del Tsunami en Japón.

http://www.abc.net.au/news/events/japan-quake-2011/beforeafter.htm


Comentarios

  1. Tremendo relato. Conmociona como una gran ola. Enhorabuena.

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  2. El poema al que hace referencia este texto está en Ensayo General de Paca Aguirre, poeta republicana que mataron a su padre cuando ella tenía 8 años. Compañera sentimental de Félix Grande y coetánea de los poetas de la Generación de los 50, y que es ahora cuando empieza a ser visible y más reconocida que en la época del franquismo.

    LA INFANCIA CONTINUA SUBIENDO ESCALERAS

    Los trescientos escalones

    Bueno como es un poema muy intenso, lo pongo en otro comentario.

    Nelken

    ResponderEliminar
  3. LA INFANCIA CONTINUA SUBIENDO ESCALERAS

    Los trescientos escalones

    Estaba todo quieto en la casa apagada.
    Hasta el día siguiente, hasta sabe Dios cuándo
    el silencio reinaba como un ídolo antiguo.
    No funcionaban las leyes de tráfico,
    esas imprescindibles ordenanzas
    que hay que acatar para transitar el pasillo.
    Es como si la noche propusiera una tregua,
    como si al apagar la luz se apagara el peligro.
    Escucho. Nada. Todos callan unánimes.

    [...]
    No ver, no estando ciegos, es hundirse en el tiempo.
    [...]

    Papá, perdimos tantas cosas
    además de la infancia y los trescientos escalones que tú pintaste
    nunca he sabido si para decirnos que había que subirlos o bajarlos.
    Ahora pienso, desde tu mano que me ayudaba a recorrerlos,
    que tal vez me dijiste entonces
    que había que subirlos y bajarlos
    y para eso los pintaste
    y para eso pasaste días enteros
    pintando una escalera interminable,
    una hermosa escalera rodeada de árboles y árboles,
    llena de luz y amor,
    una escalera para mí,
    una escalera para que pudiera subir,
    vivir,
    y una escalera para que pudiera bajar,
    callar,
    y sentarme a tu lado como entonces.

    Paca Aguirre. (Nacida en Alicante en 1930)

    ResponderEliminar

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