Entradas

Mostrando entradas de agosto, 2010

Certechuelas

Quisiera trazar la línea precisa de la palma de mi mano. Se arquean las siluetas desde la ventana: nítidez contraste del horizonte de montañas. La noche reajusta la amplitud del costado: el labio de sal y la lengua de arena. Si pudiera tostar al sol mi decisión. Sólo la vara de las letras abren una grieta: palabras de pedernal adoquines de mi camino.

Encuentro con el punto

Viernes, Venus, ¿vienes? No sé si me saldrá punto y final o punto y seguido. Hoy, Puma, quiero aclarar cientos puntos. No sé si el punto y seguido será lo suficiente punto y lo suficiente-mente seguido. La tentación, mi tentación, caer en el punto fatal. Licor de escorpiones. Viernes, Venus, ¿vienes?

Atracción por el puma

El cascarón se rompe remolón. Viernes, Venus, ¿vienes? Navegamos como imanes hacia el epicentro del Tsunami, nosotros. Se sumergen los cuerpos entre remolinos de arena. Compartimos divos besos de Venus. Rescatamos plenos perlas negras. Nos despedimos a la fuga. Viernes, Venus, vienes y ... te vas.

La visita

Imagen
Imagen: Esteban Vicente Depositaron cuidadosamente la sal y las partituras debajo de su almohada. Cuando despertó una sonrisa se quedó dibujada en su cara, descalza corrió al piano y tocó. Sus dedos bailaban por el teclado en blanco y negro, sin embargo, la música que desprendían sus manos hablaba de cintas de colores, de árboles que se mecían al capricho de los vientos del sur, de casas con ventanas abiertas y cortinas que volaban como cometas. Pasaron los días y su sonrisa seguía allí, como las teclas que desprendían su mejor tesitura para acompañar el deseo y la convicción de tan magnífica intérprete. Sus pies delgados y descubiertos se movían al compás. Pronto llegaron en autobuses aquellos que andaban inquietos con sus vidas. Al llegar reconocían mensajes ocultos tras aquellas composiciones musicales y transformaban su camino tomando las decisiones más sabias. Todos volvían agradecidos a la fuente primera, allá donde manaba la música más pura, y plantaban mango...

El sostén perdido

Después de amputar mi brazo izquierdo, de quitarme la nariz de dejarme los pies en los zapatos de olvidarme el pelo en el cepillo de depositar las orejas junto a los pendientes... Después de encontrar vestidos con cinturas marcadas rebuscar cuellos entre bufandas jugar con anillos olvidados en guantes de apoyar mi almohada sobre un pecho amable Después descubro que ahora no encuentro el plano de la baldosa que me sostiene.